por José Carlos Rodrigo Breto

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La editorial Anagrama cumplirá 50 años durante este 2019, una efeméride impresionante para tratarse de una editorial española, visto cómo se encuentra el achacoso panorama nacional. Allí donde muchas editoriales emblemáticas han sucumbido a la dictadura de la literatura fácil, el best seller y la venta de producto rápido falto de calidad, Anagrama ha sabido mantenerse fiel a su estilo desde que la fundó Jorge Herralde en 1969.

El catálogo de Anagrama es portentoso, tanto a nivel nacional como internacional, y este último aspecto para mí es su fuerte, con una selección de títulos y autores casi imposible de igualar por cualquier otra editorial. En Instagram y Twitter se está celebrando el aniversario bajo el hashtag #anagrama50yearschallenge, y los lectores están respondiendo con fotografías de aquellas lecturas y libros que pertenecen al ingente repertorio de la editorial barcelonesa y que han sido importantes en sus vidas.

Como ya he dicho, muchas editoriales se han quedado por el camino, pero Anagrama ha resistido. Y en parte, lo ha conseguido gracias a unas señas de identidad fácilmente reconocibles: calidad de los autores y en los textos seleccionados, además de cuidadas traducciones.

En sus orígenes, nació como una editorial de resistencia, basada en las ideologías de izquierdas, y con clara vocación ensayística. Por ello, pronto creó un gran premio de ensayo que fuera referente para un tipo de pensamiento no cautivo. A ello, se añadió la colección de los Cuadernos de Anagrama, que alcanzó 200 números de textos documentales y teóricos firmados por lo más granado de los intelectuales de izquierdas, circunstancia que llevó al sello editorial a entrar en conflicto con el régimen de Franco, que secuestró publicaciones, censuró y profirió amenazas.

Pasados los tiempos del combate, ante la apertura del mercado tras el fallecimiento de Franco, la editorial se centró en la narrativa, en lo más importante de la literatura internacional, naciendo Panorama de narrativas. Aquí, empezaron a fraguarse las publicaciones de algunos de los autores más emblemáticos de Anagrama, tanto, que no podemos pensar en un libro de Thomas Bernhard o de Antonio Tabucchi sin imaginarnos el color amarillo del volumen y la atractiva portada de la colección.

Una colección que arrancó con Jane Bowles y su novela Dos damas muy serias, allá por noviembre de 1981: un texto polémico, de una autora judía, lesbiana, casada por mero interés con el también escritor Paul Bowles, algo reconocido por ambos (además, él era homosexual); en fin, empezar la colección con la que fue la única novela de esta mujer controvertida que, por cierto, falleció en Málaga, entiendo que debió ser todo un golpe de autoridad e identidad en esos instantes —y la edición se acompañaba con el prólogo de Truman Capote—.

Si espigamos el catálogo de este apoteósico repertorio de Panorama de narrativas nos topamos con los nombres de Raymond Carver, Nabokov, Albert Cohen, Vonnegut, Bukowski, John Fante, Bufalino, Sebald…, junto a un largo etcétera de autores importantísimos y con escritores de literaturas minoritarias consagrados en sus ámbitos, como lo son el polaco Kuśniewicz y sus dos magníficas novelas, El rey de las dos Sicilias y La lección de lengua muerta, la novela ergódica Diccionario Jázaro del serbio Pavić, o las obras del belga Hugo Claus.

Panorama de narrativas también ha buscado la voz de escritores que en el futuro podrían considerarse clásicos, acertando, desde luego, con McEwan, Martin Amis, el Premio Nobel Ishiguro, Beigbeder y, por supuesto, Houellebecq. Un catálogo mareante, la verdad, que experimentó su mayor éxito bien pronto (de hecho es el libro más vendido de la colección junto a Seda de Baricco) con la publicación de La conjura de los necios de Toole. La editorial lo considera su libro emblemático.

Este esfuerzo narrativo internacional se vio acompañado por la colección de autores de lengua española, bajo el sello Narrativas hispánicas, que debutó con El héroe de las mansardas de Mansard de Álvaro Pombo, a la sazón primer Premio de Narrativa Herralde , galardón que creó la editorial para prestigiar a los mejores escritores en castellano.

Goytisolo, Soledad Puértolas , Chirbes, Bolaño (el escritor más representativo de la colección), Piglia, y un largo etcétera de autores entre los que destacan dos escritores importantísimos en el panorama narrativo español, y que fruto de sus desencuentros con el editor Herralde terminaron saliendo de la editorial. Me refiero a Vila-Matas y a Javier Marías. Se ha comentado, y mucho, que el personaje protagonista de la novela Dublinesca de Vila-Matas, a la sazón editor, muy bien podría ser un trasunto del propio Herralde, quizás en una especie de ajuste de cuentas literario, pero tanto el autor como el editor de Anagrama han negado repetidamente esa posibilidad.

La definitiva consolidación de Anagrama llegó en los años noventa, cuando abrió el mercado a América Latina, y entonces explotó Roberto Bolaño, ganador del Premio Herralde de 1998 con Los detectives salvajes. Le siguieron otros autores hispanoamericanos de gran éxito, como el ya citado Piglia, además de Bryce Echenique, Pitol

La editorial, adquirida en 2010 por el sello italiano Feltrinelli, se balancea entre la gran narrativa y el pensamiento de sus colecciones ensayísticas, entre los autores consagrados nacionales e internacionales y los menos conocidos, por los que suele apostar. Pero un escritor nuevo, que piense que puede publicar en Anagrama, creo que equivoca la diana.
Aunque en su página web admiten estar receptivos a recibir manuscritos, algo no habitual en estas enormes editoriales, hay que tener en cuenta que, como toda gran editorial, se nutre de escritores que llegan a través de agencias literarias y de compras de derechos internacionales. Sin un agente, a pecho descubierto, no parece muy buena idea dirigirse a ellos, pero esto es algo que ocurre con todas las editoriales grandes que necesitan establecer alguna criba ante la magnitud de manuscritos recibidos.
Por supuesto que se puede intentar el envío de un manuscrito, pero siempre recomendaré agotar antes las posibilidades que ofrecen otras editoriales más pequeñas, en especial las independientes, aquellas que no pertenecen a grandes sellos ni a conglomerados monolíticos, y de las que también iremos hablando en este blog.

Anagrama, hasta la fecha, ha publicado cerca de cuatro mil títulos, apostando por escritores relativamente poco conocidos como Kapuściński o el propio Vila-Matas, a quienes consagró en España, y Panorama de narrativas se ganó el apodo de “la peste amarilla” —así la llamaba el patriarca del Grupo Planeta, el también editor Lara— dado que los libros de esa colección se encontraban y se vendían por todos los sitios.

La semana pasada, Anagrama presentó su número mil de la colección Panorama de narrativas, y lo hizo con uno de los autores que se consideran de la casa, Julian Barnes. La novela La única historia ha venido a conmemorar, así, los 50 años de existencia de una editorial que nos ha traído a los autores fundamentales que han configurado gran parte de nuestro imaginario lector e, incluso, algunos que, si no nos han cambiado la vida, nos han influido lo suficiente en muchos aspectos.

Os confesaré que a Anagrama le debo la emoción que experimenté cuando descubrí a Houellebecq, el vuelco como novelista que sufrí al toparme con Albert Cohen, y la impresión abrumadora que me produjo la prosa de Gesualdo Bufalino. Solo por estos regalos, ya merece la pena su catálogo de colecciones que aglutinan miles de títulos a lo largo de estos 50 años de existencia.


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