Tras terminar leer todos los cuentos infantiles que han llegado hoy, me he dispuesto a ir picoteando en los libros para adultos. Pero en cuanto he empezado a leer La deseada, de Maryse Condé, no he podido dejarlo. Es la hora de cerrar y me gustaría quedarme aquí hasta terminar esta adictiva historia sobre el desamor materno, la pobreza y la inmigración en una época en la que faltaban muchos años para que llegase la globalización.

“Marie-Noëlle tenía la sensación de que solo los ojos de Reynalda recorrían los signos impresos en la página, mientras que su alma permanecía prisionera de imágenes pasadas e inolvidables. Ni siquiera las monerías del pequeño Garvey la sacaban de su ensimismamiento. Lo tomaba en brazos un momento y rápidamente volvía a posarlo en el suelo, hastiada, de nuevo presa de la indiferencia. Marie-Noëlle no tardó en darse cuenta de que su presencia para Reynalda suponía un estorbo más que otra cosa. Se hacía obsesivamente la misma pregunta: ¿por qué le había roto el corazón a Ranélise y la había sacado a ella de Guadalupe, donde tan a gusto estaba? No es que Reynalda fuera uno de esos monstruos capaces de cometer los crímenes abominables que salen en las portadas de los periódicos sensacionalistas. Era mucho peor. Marie-Noëlle habría preferido que su madre se mostrara arisca o colérica, que no le diera la paga o que escatimase en ropa y en material escolar. Nada más lejos de la realidad. Sencillamente, tenía el corazón de piedra”.

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