Svetlana Aleksiévich  es periodista. Por eso el año pasado no comprendí que le dieran el Nobel de Literatura (no sabía que en 2016 se lo darían a Bob Dylan).

Pero después de haber leído El fin del «Homo sovieticus», ese pequeño detalle ha dejado de importarme: la obra de Aleksiévich me ha impresionado tanto, que me da igual cuál sea su profesión.

El comunismo de la Unión Soviética cayó en tres días sin que nadie hubiera trazado una hoja de ruta, lo que conllevó que varias generaciones de soviéticos se encontraran de la noche a la mañana desarmados y perdidos en un mundo que les era completamente desconocido. Unos se adaptaron a la nueva realidad y triunfaron, pero muchos nunca acabaron de comprender qué estaba pasando, y añorarán siempre el viejo régimen.

Svetlana Aleksiévich ha recogido el testimonio de cientos, probablemente miles, de ciudadanos soviéticos en distintos lugares; hombres y mujeres que cuentan su experiencia muchas veces con lágrimas en los ojos. Sus voces nos ayudarán a comprender que el comunismo fue para unos el infierno y para otros una religión que profesaban con fe ciega (¿acaso hay otra tipo de fe?).  La titánica tarea de Aleksiévich ha dado lugar a una obra extraordinaria en la que los verdaderos protagonistas de la Historia al fin tienen voz propia.

Aunque los testimonios recogidos en el  El fin del «Homo sovieticus» son muchos, no te cansarás de leerlos; pues la autora ha sabido seleccionarlos de manera que cada uno aporte algo que no aportan los demás. Cada uno funciona como si fuera un relato independiente, y cuando empieces a leer el primero ya no podrás parar.

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