por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: ABC
batalla del ebro

Documentarse para dar más coherencia y veracidad a una novela no tiene más complicación que el tiempo que el autor invierta en ello. La dificultad llega a la hora de incorporar esa documentación a la trama, pues el riesgo de acabar haciendo un popurrí de géneros (novela y ensayo histórico) es muy grande.

H., uno de mis alumnos, está escribiendo una novela sobre un pariente marroquí que combatió con Franco en la guerra civil española. El protagonista y los familiares de su generación murieron hace muchos años, y no queda casi nadie que pueda ayudar al autor a rellenar las lagunas, por lo que ha tenido que crear una ficción —personajes, situaciones, relaciones…—que se adaptara a lo que quería contar.

Pero no lo ha hecho girar todo alrededor de la ficción, ha dedicado mucho tiempo a investigar y escribir sobre la vida de los soldados en el tabor de regulares al que pertenecía su tío, sobre las batallas en las que participó y sobre la política de la época. Es precisamente esta última la que más dificultades le está planteando, pues el protagonista de la novela es un hombre inculto y no puede poner en su boca reflexiones intelectuales.

Hace dos semanas H. trajo a clase un capítulo en el que el personaje, ya anciano, rememora su participación en la Batalla del Ebro, que tuvo lugar al final de la Guerra Civil. El autor quería, además, hablar sobre cómo la inminencia de la Segunda Guerra Mundial hizo que los países europeos se desentendieran de la situación en España. Y optó por dejar que fuera la voz narradora omnisciente quien se encargara de contar esa parte.

Pero esa solución daba lugar a una fractura en el tono: parecía que hubiera copiado párrafos de un ensayo histórico y los hubiera pegado a capón en la novela. No hizo falta que sus compañeros y yo le dijéramos que ese cambio de registro era un lastre, H. era consciente de ello, pero no sabía cómo solucionarlo.

Los personajes secundarios resultan muy útiles para solventar este tipo de problemas. Y, puesto que un par de meses antes el autor había creado uno que era un profesor de Historia, le propuse que resolviera la situación con un diálogo entre ellos. De ese modo, el viejo soldado podría contar cómo había sido la batalla y el otro podría suministrarnos la historia política.

La semana siguiente, H. trajo el diálogo que ambos tenían sentados a la puerta de la casa, en la calle. Funcionaba mucho mejor que la opción anterior, incluso había hecho entrar y salir de escena a dos personajes más (la mujer que les sacaba un té, el primo que iba a la compra y se detenía un momento a charlar con ellos), que daban verosimilitud a la situación. Sin embargo, todavía quedaba trabajo por hacer, porque había copiado los párrafos del narrador omnisciente y los había puesto en boca de los personajes prácticamente tal y como los había escrito inicialmente: el tono de ensayo histórico seguía ahí. Y, además, tanto el viejo soldado como el profesor acababan sus intervenciones haciendo la pregunta oportuna para que el otro respondiera lo que el autor necesitaba contar. Ese recurso de pregunta-respuesta nos sirve para un interrogatorio policial, por ejemplo, pero no para conseguir que una conversación fluya de manera natural.

De modo que dedicamos la clase a ir frase por frase rebajando y humanizando el registro para que resultara coloquial, a añadir acotaciones de diálogo, y a suprimir preguntas por frases que dieran pie, de manera más fluida, a la respuesta del otro. Y, al final, conseguimos proporcionar al lector toda la información de manera natural.

PASOS A SEGUIR PARA INCORPORAR DOCUMENTACIÓN A UNA NOVELA UTILIZANDO DIÁLOGOS:

1.- Leer e investigar tomando notas
2.- Redactar la información que queremos incluir.
3.- Si la voz narradora no nos sirve para suministrar dicha información, crear (o buscar, tal vez ya lo tengamos) un personaje secundario que nos ayude a dosificarla en un diálogo.
4.- Crear un contexto adecuado para el diálogo (por ejemplo, una tarde de lluvia en un bar con grandes ventanales a la calle, un camarero simpático que hace un chascarrillo cuando toma nota, el ruido de la máquina del café al fondo…)
5.- Desarrollar el diálogo repartiendo la información entre los contertulios, teniendo cuidado de no utilizar el esquema pregunta/respuesta.
6.- Revisar la intervención de cada uno para que el tono se ajuste a su manera de ser.

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