por Marisol Oviaño

eljugador

El dinero es el auténtico protagonista de El jugador, una gran novela – a pesar de las prisas con las que fue escrita- que os recomendamos vivamente. Por esa razón Alexei Ivánovich no se toma la molestia de presentarse a sí mismo ni a los demás personajes al comienzo de la novela.

Finalmente, volvía después de una ausencia de dos semanas. Los nuestros llevaban ya tres días en Ruletenburg. Yo pensaba que sólo ellos y Dios sabía con qué ansia me estaban esperando. Pero me equivocaba. El General se mostró muy displicente conmigo, habló conmigo con altanería y me remitió a mi hermana. Estaba claro que habían conseguido dinero.

Alexei, el General, Paulina, Mademoiselle Blanche, De Grillet… el vil metal es el motor de las relaciones entre ellos: Alexei está al servicio del General y enamorado de Paulina, sobrina de este, quien, a su vez,  está enamorado de Mademoiselle Blanche, que no le dará el sí hasta que herede de la abuela. De Grillet, cómplice de Mademoiselle Blanche, espera que el general herede para cobrar las deudas. Todos ellos quedarán magistralmente retratados en los diálogos, en las situaciones a las que les somete el autor para dejar al aire sus miserias.

Paulina necesita dinero desesperadamente y acude a Alexei sin revelarle las razones por las que le pide que juegue por ella. Será el principio de una vida dedicada al juego. Casi todos los personajes de la novela tienen urgencia de dinero, pero sólo Míster Astley se mantiene al margen de la avaricia que provoca la riqueza fácil. Incluso la abuela, que se personará en Ruletenburg para desmentir los rumores sobre su muerte, cae en las redes del casino. Alexei se inicia en el juego por orden de Paulina y encuentra en el casino una improbable vía de enriquecimiento rápido. Pero cuando consiga ganar una buena cantidad, ya será demasiado tarde.

El dinero aparece en El Jugador como elemento determinante de los personajes: el General y Alexei sufren por mujeres imposibles para quien no tiene fortuna, Paulina lo necesita  para librarse de su amante, y a la abuela todos la respetan por lo que tiene. El dinero se convierte en algo necesario para amar y ser amado (si se puede llamar amor a comprar los favores de las mujeres).

En los balnearios- y parece ser que en toda Europa- los directores de los hoteles y los Oberkellner, al destinar las habitaciones a sus clientes, se guían no tanto por las exigencias y deseos de estos como por su criterio personal; y hay que advertir que raras veces se equivocan. Pero a la abuela, sin que sepamos la causa, le asignaron un departamento tan lujoso que hasta pecaron por exceso: cuatro habitaciones espléndidamente amuebladas, con baño, piezas para la servidumbre, cuarto particular para la doncella, etc.

Ningún lugar como un casino ni un hábito como el juego para analizar la cruda naturaleza de la relación de los hombres con el parné: todos lo necesitan, unos para seguir siendo y otros para llegar a ser. El único personaje que puede permitirse el lujo de ignorar la llamada del dinero fácil es Míster Astley, un fabricante de azúcar, un inglés productivo que aparece como contrapunto a la decadente y perezosa familia rusa. Pero no hay que olvidar que se nos dice varias veces que Míster Astley es inmensamente rico.

Los nombres de los personajes varían de unas traducciones a otras, como también, según los biógrafos, varía el tiempo que Dostoievski tardó en escribir la novela. Se sabe que escribió rápidamente porque estaba acuciado por las deudas y los compromisos editoriales, y tal vez a esa urgencia se deban dos de los saltos temporales más significativos que se producen en la narración. Cuando la abuela regresa a Moscú, Alexei está un mes sin escribir:

Hace ya casi un mes que no he puesto mano en estos apuntes….

Hasta entonces no habíamos tenido noticia de que Alexei escribiera, bastante tenía con consumirse en su pasión por Paulina y su pasión por el juego. Sabemos que el autor se veía abrumado por las fecha en la que se había comprometido a entregar su novela, que contrató una taquígrafa a la que fue dictándole el texto; probablemente se dejó  para el último momento el capítulo final, que empieza con otro salto temporal:

Hace ya un año y ocho meses…

¿Existirían esos saltos temporales si Dostoievski hubiera tenido suficiente tiempo?

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