Ann Petry era hija de farmacéutico y empresaria, una rareza en su época entre la población negra de EEUU, y fue la primera escritora afroamericana en vender más de un millón de ejemplares de esta novela, La calle. La ha publicado Seix Barral, que en su página afirma que se trata de «un libro adictivo que aúna magistralmente elementos de una trama de suspense con temas sociales aún vigentes, y que traducimos por primera vez al castellano».
Ya solo por eso, merecería la pena compartir con vosotros un extracto:
“Antes de salir, dio unos golpecitos en la mesa. Era el mejor lugar para esconder el dinero que había encontrado en su vida. Le encantaban su superficie tersa y reluciente y el brillo que despedían las patas con forma de garra cuando les daba la luz, pero el detalle más importante era sin duda el cajón secreto que tenía en la parte inferior. Hasta que se hizo con esa mesa, nunca había podido ahorrar un solo centavo. Todos sus maridos tenían una habilidad especial para encontrar su dinero, aunque no fuera más que un billete de dólar o una moneda de plata. Era como si pudieran olerlo, daba igual si lo escondía dentro de una cafetera, debajo de una pila de platos, en la nevera, debajo del colchón, entre la ropa de cama o debajo de una alfombra.
Big Boy, el último hombre con el que había estado antes de irse con Jones, solía rebuscar entre sus medias y hurgaba con manos ávidas en sus vestidos para robarle. Pero la mesa lo había despistado por completo. Por eso la dejó. A ella no le había importado lo más mínimo, porque él se pasaba el día como una cuba y darle de comer era como intentar llenar un pozo sin fondo.
Así pues, cuando Jones le propuso que se mudara con él, Min aceptó sin pensar. No tenía ningún otro lugar al que ir. Disponía, además, de la mesa y, si Jones resultaba ser como todos los demás, podría esconder en ella su dinero hasta que un día tuviese lo suficiente para hacerse una dentadura postiza. Jones, sin embargo, era diferente. Jamás le pidió un centavo. Eso y el hecho de que la hubiese invitado a vivir con él le parecieron señales alentadoras. La quería por cómo era, no por el dinero que pudiera sacarle”.
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