por Marisol Oviaño
El verano está en huelga y, aunque dentro de unas semanas echaremos de menos este fresquito, todos empezamos a acusar la falta de sol. Esta calle, que es una de las más animadas de la sierra, desluce tan apagada como una tarde de enero. Son las doce de la mañana y parecen las nueve de la noche, casi dan ganas de irse a casa a cenar.
La puerta abierta de la trinchera proscrita me ofrece una foto fija por la que, de vez en cuando, cruza un coche. Apenas pasa gente y las terrazas de los bares están vacías. Por suerte, nosotros estamos bajo soportales y hay algo de vida en el Café Babel . Aunque es vida silenciosa, nada que ver con las risas y voces alegres que llegan desde allí cuando luce el sol. Todo el mundo está tan callado, que puedo oír el trino de los pájaros. No hay mal que por bien no venga.
Además, este tiempo es nefasto para vender pero bueno para escribir y meditar. Y ahora mismo tengo mucho que pensar: estoy trabajando en un plan de marketing para Proscritos. De modo que, haciendo de la necesidad virtud, me pongo manos a la obra con el ordenador.
A los veinte minutos, entra en la librería un hombre al que no había visto nunca. Viene a tiro hecho: quiere Pequeña guía para escritores indecisos, noveles o frustrados , que va a acabar siendo mi bestseller.
Ese librillo siempre es la excusa perfecta para charlar sobre el oficio con quienes empiezan a adentrarse en él, y el recién llegado me cuenta su plan de elaborar un relato a partir de una noticia que leyó en un periódico; algo sobre unos hombres de mar, como él, que es marino. Conoce el caso, el escenario y sabe lo que quiere contar. Incluso tiene ya pensada quién será la voz narradora y qué estructura tendrá su libro, sólo le falta ponerse a escribir. Le doy un par de consejos, que encontrará desarrollados en la pequeña guía, y cuando nos despedimos me dice que tal vez, más adelante, vuelva a llamarme para solicitar mis servicios de asesoría literaria.
Vuelvo a quedarme sola y termino este artículo.
Acabaré de preparar el boletín esta tarde.
Ahora toca pensar qué voy a hacer de comer.
Y estoy a punto de cerrar, cuando él vuelve. En este rato ha leído mi pequeña guía y quiere otro ejemplar, para un amigo que también escribe. Tan rápida recompensa me provoca una alegría que no puedo disimular.
– Fíjate que había pensado escanearlo y mandárselo -ha confesado-. Pero he pensado que eso sería injusto para ti.
Es de agradecer que en estos tiempos en que todo el mundo busca la satisfacción inmediata y gratuita, haya quienes todavía comprendan que los creadores no vivimos del aire. Él se ha marchado con el libro para su amigo y la sensación de haber hecho lo correcto. Y yo me he quedado con un ápice de esperanza: la civilización estará a salvo mientras siga habiendo hombres honrados.
Buen artículo. Y el fresquito sigue
Llevamos ya algo más de una generación en que el lenguaje de las imágenes prevalece sobre el lenguaje hablado. Leer, y no digamos ya escribir, lleva tiempo y conlleva un mayor o menor grado de reflexión personal. En la era del Whatsapp, nadie tiene tiempo para reflexionar mucho rato. Para muchos es más cómodo el bla bla bla insustacial o las cuatro o cinco consignas reenviadas que aislarse voluntariamente para pensar, contemplar la naturaleza o vivir experiencias que nos ayuden a conocer nuestro potencial humano.
La vida en el mar tiene muchos de esos ingredientes, y por eso no es de extrañar que el comprador de tu libro sea marino. Pero en su caso había un ingrediente más: el deseo de expresarse. Sólo se expresa quien tiene algo que decir. Qué es lo que mueve a una persona a desear expresarse, más allá de los intercambios cotidianos, yo no sabría decirlo. Pero sí creo que el silencio, la experiencia y la inquietud son tres grandes móviles del creador.
El silencio en nuestras vidas empieza a ser una especie en extinción. La experiencia está a menudo marginada por la rutina, y la inquietud es demasiado fácil de mixtificar. La verdadera revolución es devolver los seres humanos a sí mismos.
Al parecer el fresquito nos acompañará todavía. Espero que tú y Proscritos en esa calle de Torrelodones nos acompañen aún mucho mas.
Un gusto leerte 🙂
Me gusta que me cuenten historias. Me encantan si son sencillas. Me flipan si están bien escritas y me quedo con esa sensación de ‘aquí siempre encontraré’ una historia sencilla bien escrita.
Me gustaría escribir historias. Me encantaría que fuera. sencillas. Me flipa que Proscritos/MaSol me muestre el camino para que estén bien escritas; para que enganchen para que dejen una emoción.
Quiero más historias!!
Me parece importante que las personas se decidan a escribir a pesar del esfuerzo que implica centrar tu historia, buscar tiempo y lo más difícil hacerlo de tal manera que los demás disfruten con su lectura pero realmente lo que más me ha sorprendido es nuestro agradecimiento por encontrar personas honradas en nuestro camino que valoran nuestra vida y trabajo.
Bonita vista de una primavera desde el escaparate de la entrañable libreria Proscritos.
Ya tendremos tiempo de pasar calor, Marisol.
Un placer leerte también aquí
Qué gustito leerte.
Me encanta que me cuenten historias.
Me encanta Proscritos
Gracias
Esa Marisol! Observadora y Contempladora, Ligera y Precisa… Cómo te quiero!