por Marisol Oviaño
Una de las cosas más difíciles de ser madre es calcular dónde esta el equilibrio, lo razonable, a la hora de proteger a los hijos. Pienso, por ejemplo, en esa alerta constante en la que estás cuando vas con niños pequeños a la playa . Personalmente, uno de los días más difíciles ─e iluminadoresꟷ fue cuando mi primogénito comenzó a ir al colegio y comprendí que, a partir de entonces yo no estaría ahí para protegerlo.
En todo eso me ha hecho pensar Distancia de rescate, la perturbadora y extraña novela corta de Samanta Schweblin publicada por Random House. La protagonista, que vive siempre angustiada por el miedo a que su hijita le pase algo malo, va de vacaciones con su pequeña a un pueblo en el que los niños y los animales sufren enfermedades (y muertes) raras. Y allí conocerá a Carla, que para salvar la vida de hijo tuvo que aceptar que su alma transmigrara a otro cuerpo.
Les encantará a esos lectores que disfrutan con esa literatura deliberademente ambigua que deja más preguntas que respuestas.
“Me pregunto si podría ocurrirme lo mismo que a Carla. Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo, «distancia de rescate», así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola porque siempre arriesgo más de lo que debería”.
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